jueves, 17 de octubre de 2013

Oreja tomada

es el libro que reúne todos los poemas de Manuel Alemián, escritos entre 1993 y 2013, que acaba de ser publicado por Eloísa Cartonera.

lo pueden encontrar en el local de la cartonera en La Boca. y en el kiosco de diarios de la cooperativa, en Corrientes y Paraná.

con mucho cariño escribí el prólogo, que aquí comparto:


Bomba al río



A Manuel lo conocí leyendo. Fue hace algunos años en el Delta del Tigre. Marina Gersberg, poeta, editora y amiga, había invitado a un grupo de escritores un fin de semana a su casa sobre el arroyo Rama Negra. Llegué en una lancha colectiva después de ellos, que me esperaban en el muelle comiendo carne fría con las manos. Manuel estaba con una camisa rosa de mangas largas e iba y venía por la isla como un tigre de bengala. Hacía un calor húmedo, los perros aparecían entre las plantas como mosquitos buscando un bocado “¿Cuál es tu flor preferida?”, me preguntó Manuel, que salió de atrás de un árbol. No llegué a contestarle, él se sacó la camisa rosa y mientras cada uno estaba en sus cosas, haciendo un mate, fumando, mirando las especies raras que traía la lancha vivero, Manuel se tiró de bomba al río. Luego, salió del río, se secó un poco, leyó algunos poemas para los que estábamos ahí viendo cómo el sol se ponía y se subió a la última lancha colectiva de regreso porque “tenía cosas que hacer”, según dijo. La sorpresa, lo inesperado, lo que incomoda. Después de ese fin de semana en Tigre, empecé a cruzarme azarosa y continuamente con Manuel por la ciudad: una noche de diciembre con 40 grados leímos poesía en la terraza de una librería en San Telmo mientras recibíamos abucheos de balcones vecinos; una tarde de invierno templado contamos proyectos literarios en un ambiente más predispuesto invitados por los hacedores de Clase Turista a la Feria del Libro; otra noche de primavera leímos en la plaza del Museo de la Lengua invitados por el inmenso Osvaldo Baigorria. La poesía, ese entramado de fibras íntimas que se van trenzando hasta formar la voz de una generación, o una estética. Pareciera que Manuel está setteado en modo random y anda por ahí, siempre cinco minutos adelante: de su época, de su lugar, de la poesía, incluso de las vanguardias. 
Hay escritores de la razón y escritores de la experiencia. Manuel Alemián es una rara avis que se para a mitad de camino de ambos y hace de la razón experiencia y de la experiencia razón. Se para en el borde de las cosas, abre el camino para que otros luego vayamos tranquilos a escribir ahí, a ese campo que ya fue desmalezado. Manuel es un “clásico moderno”. Su poesía es única, no se ata a las tendencias, no pretende estar de moda. Su poesía incomoda y nos saca una risita nerviosa, de esas que usamos cuando no sabemos bien qué decir. 
“Pues, ay de ella / que luce como ventilador de conventillo”; “Oh, mi Barbie”; “La camioneta avanza cargada de obreros de una obra a otra”; “Todo el mundo dice ´todo bien´, y eso no es cierto”; “Un chinchulín cayó de la parrilla”; “Una lluvia fría moja el pavimento negro”; “El musgo, alfombra fresca”; “Las vacas son mi país”; “Quien no tiene futuro / recibe un plan” y “Se vino la noche / en el restorán del cruce de rutas” son sólo algunos de los versos que escribió Manuel Alemián que hubiera querido escribir yo.
Por cierto, volviendo al asunto del chapuzón: fue “el” tema de ese fin de semana en el Delta. Manuel, escribí un poema sobre ese episodio; no tiene título. Te lo copio acá, así te queda. El final se lo robé a Damián Ríos:

un grupo de amigos
cinco hombres
dos mujeres
comen carne asada
en el muelle
a la tarde
la carne está fría
los perros aparecen
entre los arbustos
como mosquitos 
en verano
M se tira al río
de improviso
entonces
los perros ladran
los amigos ríen
todos necesitamos 
un paisaje
vos, yo, él,
todos necesitamos 
un paisaje
todos necesitamos uno.



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