"Leer, pero también mirar ilustraciones, pinturas o películas, cantar, contar, dibujar, escribir un blog para compartir lo que se descubre, eso sirve para interponer entre lo real y cada uno un tejido de palabras, de conocimientos, de historias, de fantasías sin el cual el mundo sería inhabitable [...]. Sirve para dar a lo que nos rodea una coloración, un espesor simbólico, imaginario, legendario, poético, una profundidad a partir de la cual soñar, desviarse, asociar.
Esto permite constituir una suerte de reserva poética y salvaje en la que siempre se podrá abrevar para dar forma a lugares donde vivir, a 'habitaciones propias' donde pensar. Para fabricarse una familia cuando esta falta (y de cierta manera, siempre faltará).
[...]
de los libros que leemos queda muy poca cosa, olvidamos prácticamente todo, pero las escasas huellas que quedan, las volvemos a revisar de manera muy particular para intentar protegernos cuando la realidad material es insostenible..."
Esto permite constituir una suerte de reserva poética y salvaje en la que siempre se podrá abrevar para dar forma a lugares donde vivir, a 'habitaciones propias' donde pensar. Para fabricarse una familia cuando esta falta (y de cierta manera, siempre faltará).
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de los libros que leemos queda muy poca cosa, olvidamos prácticamente todo, pero las escasas huellas que quedan, las volvemos a revisar de manera muy particular para intentar protegernos cuando la realidad material es insostenible..."
Michèle Petit, Leer el mundo, Fondo de Cultura Económica, 2015.
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