“No hay razón para
sufrir”, se lee en un cartel impreso en blanco y negro en papel de diario.
“Vamos a transar a la camuchi”, escrito con letra despareja en una hoja
recortada y pegada con cinta bifaz a una pared. “El arte político paga lo
necesario”, resaltan letras dispares en rojo furioso sobre una pared blanca.
“Militantes”, flamea una bandera colgada en el Barrio Joven. “Una rosa es una
rosa es una rosa”, se lee la voz de Gertrude Stein en una repetición constante dentro
de una pantalla de led.
La proliferación de
estímulos visuales y sonoros, acumulados y desparramados entre tintineos de
copas de champagne, son los encargados de darle la bienvenida a una nueva
edición de ArteBA (la número 22), la ya tradicional feria de galerías de arte contemporáneo
de Latinoamérica, en el predio ferial de la Rural de Palermo.
¿Cuál es el discurso
teórico del arte contemporáneo? ¿Cuáles son sus apuestas reales? ¿Qué tipo de
relaciones establece el arte con la sociedad y la cultura de su época? Éstas
son algunas preguntas que puede hacerse el visitante que recorra la feria con
mirada antropológica o que recuerde la época de los happenings y las
performances de Fluxus. Lo cierto es que además de fragmentado, conceptual, lúdico,
el arte contemporáneo se vale de la ironía y la repetición para establecer con
claridad una postura política, una mirada crítica con respecto a la contemporaneidad.
La mirada
Un ejemplo interesante de este ejercicio es la propuesta dela Galería Temporal , un proyecto
de los chilenos Ángela y Felipe Cura, quienes intervienen vidrieras de negocios
en galerías comerciales de 1900 en Santiago de Chile, en estado de decadencia y
abandono. El trabajo de los trasandinos se destaca por la novedad de atraer
hacia la obra de intervención en un espacio no tradicional a un público no
habituado o casual, que no necesariamente va al contacto directo con las piezas;
por el contrario, éstas irrumpen en su vista. En el paisaje comercial, las
obras dialogan con oficinas, cafés, peluquerías, agencias de turismo, últimos
bastiones del siglo pasado. Y es en este sentido que la Galería Temporal establece su
mirada política: marca la diferencia entre todo lo que significa un espacio de
contemplación de obras de arte al que accede una elite que visita exhibiciones
con cierta frecuencia y un espacio de tránsito libre y público. En simultáneo, además,
propone una mirada sobre el circuito de circulación del capital en la edad
moderna.
Un ejemplo interesante de este ejercicio es la propuesta de
El artista está presente
En un rincón de una
galería del Barrio Joven, salen brazos con botellas de agua de adentro de una
estructura de madera de aglomerado. Una de las manos comienza a volcar agua en
el suelo y sobre los pies de los espectadores. Justo enfrente, de cuclillas en
el piso, un senegalés dispone sobre un paño de terciopelo joyas de fantasía y
relojes dorados. El agua, el senegalés, las piezas de oro falso, ¿cuáles son
los límites del arte contemporáneo? Por momentos, el espectador deja de ser un
sujeto pasivo y pasa a formar parte de la obra; al menos la obra necesita de su
cooperación para perfeccionarse. La obra no, el artista. El arte es entonces
una expresión de las relaciones humanas y de las relaciones del hombre con el
mundo. El artista se vale de la experiencia y se inserta en un vínculo con el
espectador para extraer de allí “formas”. El arte replica dentro de la galería
escenas del mundo contemporáneo.
Más adelante, un hombre parado en una silla alta escribe con rouge sobre su cuerpo. De fondo, un televisor repite la secuencia de imágenes de una mujer comiendo una banana.
Más adelante, un hombre parado en una silla alta escribe con rouge sobre su cuerpo. De fondo, un televisor repite la secuencia de imágenes de una mujer comiendo una banana.
Lo real es político
En el espacio de la galería brasileña
Vermelho, se ve un loop en una
pantalla: un hombre con una mochila empuja vehementemente una valla de noche
frente al Palacio Legislativo. En el espacio de la galería contigua, cuelga una
camisa de trabajo manchada con grasa. Se lee un bordado: “Cooperativa La Nacional ”. Se ve también
un número significativo de obras cuyo soporte o leitmotiv son los pesos argentinos. De dos, de cinco, de diez.
Cortados, plastificados, enmarcados. Se cuelan entre obras de 2013 de Fernanda
Laguna, fotos de Ignacio Iasparra. Y otros clásicos, Clorindo Testa, Karina El
Azem, Fabiana Barreda.
El sujeto
Una pared de la
galería House of Gaga, de México, muestra frases escritas en neones de colores,
sostenidas por un suelo lleno de pelotas de tenis. Neones “alla Tracey Emin”. En el espacio de la galería Isla Flotante,
reposan sobre una cama de dos plazas dibujos en lápiz negro enmarcados.
Casualmente, My Bed (1999) es una de
las obras más conocidas de la artista británica (que el año pasado
visitó la Argentina ),
quien integra el grupo de los denominados Young
British Artists. Está en el aire su espíritu de liberación, su rebeldía, su
juego, su sinceridad, su dolor. No por casualidad la fotógrafa que hizo las
tomas de esta nota también habla de ella: la conoció en Londres, donde vivió
durante diez años. Cuando llegó a esa ciudad, vendía bombachas por pocas libras
para juntar dinero. Tracey le compró dos y le pagó con un cheque. El agua, el
senegalés, las piezas de oro falso, Tracey pagando bombachas con un cheque.
¿Cuáles son los límites del arte contemporáneo? Ahora se cruza una colegiala
con un buzo celeste canguro que dice en letras bordadas “Northlands”.
Esta nota salió en la revista Maleva, donde
pueden ver la cobertura fotográfica excelente de Paula Salischiker
que linda nota, que ganas de haber ido a chusmear un poco.
ResponderBorrargracias por alentarme belen!