miércoles, 5 de agosto de 2015

"El almuerzo de cada uno depende de su salario semanal. Los que cobran quince dólares se compran un almuerzo seco, empaquetado, por un nickel (cinco centavos) y lo devoran con todo el ímpetu juvenil.
Los que cobran treinta y cinco dólares van a una enorme taberna mecanizada, meten cinco centavos, pulsan un botón, y una ración exacta de café cae en la taza; dos o tres nickels más abren una puertita de sándwiches en unas estanterías gigantescas repletas de comida.
Los que cobran sesenta dólares comen crepes grises con dulce y huevos fritos en las innumerables cafeterías Childs, tan blancas como un baño, propiedad de Rockefeller.
Los que ganan cien dólares o más van a restaurantes de todos los orígenes (chinos, rusos, asirios, franceses, hindúes) menos a los estadounidenses, con su comida desabrida que provoca gastritis y su carne en conserva de Armour, que data prácticamente de la Guerra de la Independencia.
Los que cobran cien dólares comen despacio (no les importa llegar tarde al trabajo), y una vez que se van dejan bajo la mesa botellas de whisky de ochenta grados (es el que trajeron para acompañar la comida): otro envase, de cristal o de oro, achatado y curvado para ajustarse a la forma de la cadera, se guarda en el bolsillo trasero, como un arma de amor y amistad, igual que el Colt mexicano.
¿Cómo comen los obreros? Los obreros comen mal."

"Mi descubrimiento de América", Vladimir Maiakovsvi (1925)

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