hace un año, medité durante diez días en absoluto silencio al lado de esta monstrua. se despertaba primera, se acostaba primera, siempre con su vaso de té de jengibre en la mano. a las 5 casi 30, se sentaba con su chal de lana pura a ver el amanecer sobre el campo abierto. no hablamos mucho: unas pocas palabra antes de comenzar el retiro, otras pocas al terminar. con su silencio iluminaba la noche cerrada para un lado, para el otro, a la redonda.
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