jueves, 21 de marzo de 2013

hoteles


i.-

Estamos agotadas. Hace un mes que dormimos en habitaciones populosas con extraños de todos lados del mundo. Llegamos a Holanda. Nos da miedo tanta libertad, decidimos pagar un buen hotel a dos cuadras de la plaza principal de Amsterdam. La habitación es silenciosa, da a la calle. La ropa de cama es blanca, como las toallas, conejitos inmaculados.


ii.-

Llegamos a la mitad del viaje, de Europa, del euralpass. El Bernardi Semenzatto es un hotel sencillo que parece estar en Venecia desde que Venecia existe. La habitación tiene una alfombra verde y muebles sueltos y desparejos. Y algo fundamental: secador de pelo. Es difícil ubicar el hotel de noche. En Venecia de noche todas las calles son iguales.


iii.-

Es 20 de enero de mil nueve ochenta y poco y estamos en el hotel provincial de Mar del Plata festejando mi cumpleaños. No soy la única que cumple años este día en el salón del restaurante. Los mozos llevan varias tortas recubiertas con merengue italiano, una estrellita encendida que cambia de colores, mientras cantan a coro “felicidades”.

iv.-

Preferimos dormir una noche en el pueblo así descansamos después de la fiesta de casamiento. No, no me pasa nada; estoy bien. En un rato vamos a tener sexo; la habitación es mínima, las paredes son gruesas, como de la época de oro de los hoteles sindicales. Enfrente de la cama hay un espejo, me mirás el culo y te peinás con las manos. Voy a olvidar intencionalmente el shampoo que compramos de emergencia en el único kiosco abierto cerca del río en San Pedro.

v.-

Vinimos por dos días a trabajar. Rosario es Montevideo y Montevideo es Rosario, cuna de la bandera, recreo frente al Paraná. No es tan “guau” el Savoy. Es linda la pileta, la vista desde la terraza también; la cúpula solemne. Pero en la refacción no usaron buenos materiales. Y algo decepcionante: se escuchan las conversaciones de la habitación de al lado.


vi.-

Mi mamá le acaba de decir a mi papá que si no paramos a dormir se separa (algo que hará más de veinte años después). Nos despertamos con el grito en la estación de servicio donde un lugareño nos marcó el camino para llegar al Hotel Azul. Subimos a las habitaciones arrastrando los pies y nos desplomamos de sueño en las camas de resortes con sábanas frías. A la mañana vamos a desayunar en el salón comedor té con medialunas calientes.

vii.-

Brodway y la 35, la Corrientes y Callao de Manhattan. Yo no quería estar acá, en un hotel con estrellas en el centro de Manhattan. Quería alquilar una habitación en una casa cerca de Chelsea o Brooklyn, pero las cosas se dieron así. Necesito volver a decir que yo prefería alquilar un cuartito una semana. Subo por el ascensor a la habitación en el piso 15, abro la puerta con la tarjeta magnética, hago la cama en el sillón. No enciendo las luces, miro por la ventana cómo la ciudad se abre a la noche, plena y ruidosa.


viii.-

Otros:

Bariloche: froilon y viaje de egresadas (hotel infecto)

Miramar

La Falda

Osorno, Chile: mi cumple, vomité, torta de arroz blanco.

Santiago de Chile: El Conquistador, pollo frito, luz de león de la calle reflejada en la habitación donde dormimos.

Viña del Mar, Chile: El Conquistador, pocas noches, se rompieron las valijas.

Pinamar: Andrea y yo, una noche, insoladas.

Trenque Lauquen: casamiento de Joaquín

Trenel, La Pampa: casamiento de Mariano

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