jueves, 28 de marzo de 2013

mujeres


Carina: mi homeópata desde los 23 años. Empecé a ir un febrero luego de unas vacaciones largas en el sur. Fui Ignatia, Licopodium, Nitric Acidum y hace algunos años ya que soy Carcinosin. Ella conoce todos mis síntomas incluso antes de que se manifiesten y me ayuda a no quedarme en ellos, a que salgan, sigan de largo y yo siga.

Mónica: fue mi profesora de canto durante cinco años. Gracias a ella llegué a mi homeópata. Mónica me ayudó a recordar cuál era mi verdadera voz, sin las impostaciones y los gestos que uno va tomando para adaptarse a la vida, la sociedad, las situaciones. Con ella sólo vocalizábamos: a, e, i, o, u, para un lado y otro del piano. Ella me enseñó, entre otras cosas, que para hacerse oír no es necesario gritar, que a la voz de uno hay que quererla como un lugar sagrado y que el silencio a veces es salud.

Marisa: mi maestra de Iyengar, gracias a ella aprendí a pararme, sentarme, estirarme, respirar. Aprendí que lo único constante es el cambio y que cuanto más flexibles seamos en nuestro cuerpo, con nuestra espalda, más flexibles seremos en la vida y nos adaptaremos a los movimientos de la vida. El camino es la vida y Iyengar es un método para caminarla con equilibrio, salud y alegría. 

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