Carina: mi homeópata desde los 23 años. Empecé
a ir un febrero luego de unas vacaciones largas en el sur. Fui Ignatia,
Licopodium, Nitric Acidum y hace algunos años ya que soy Carcinosin. Ella
conoce todos mis síntomas incluso antes de que se manifiesten y me ayuda a no
quedarme en ellos, a que salgan, sigan de largo y yo siga.
Mónica: fue mi profesora de canto durante
cinco años. Gracias a ella llegué a mi homeópata. Mónica me ayudó a recordar
cuál era mi verdadera voz, sin las impostaciones y los gestos que uno va
tomando para adaptarse a la vida, la sociedad, las situaciones. Con ella sólo
vocalizábamos: a, e, i, o, u, para un lado y otro del piano. Ella me enseñó,
entre otras cosas, que para hacerse oír no es necesario gritar, que a la voz de
uno hay que quererla como un lugar sagrado y que el silencio a veces es salud.
Marisa: mi maestra de Iyengar, gracias a ella
aprendí a pararme, sentarme, estirarme, respirar. Aprendí que lo único
constante es el cambio y que cuanto más flexibles seamos en nuestro cuerpo, con
nuestra espalda, más flexibles seremos en la vida y nos adaptaremos a los
movimientos de la vida. El camino es la vida y Iyengar es un método para
caminarla con equilibrio, salud y alegría.
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