Hoy conocí a un hurón llamado Elvis. Crucé las calles Plutarco y Sócrates, en Coghlan. Me trepé a una casa abandonada
sobre la calle Quesada y me llevé una rosa roja bien abierta, que ahora está en
un frasco sobre mi escritorio. Pasó una señora con
la bolsa de hacer las compras en el brazo izquierdo y me dijo que la planta que estaba
sobre el césped traía muchas babosas y que la planta de atrás era una orquídea
pero silvestre, sin flores. El otoño en Buenos Aires es tibio y suave.
Sopla.
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