cada mañana a las 7.50, cuando bajo del 71 y camino cinco cuadras arboladas hasta la escuela, me encuentro con un cafetero. no importa si hace frío, calor, si hay paro, el señor está ahí firme con su caballito de metal lleno de facturas frescas, tortas fritas y café. hoy por primera vez desayuné en su carrito y me sentí mitad en Nueva Delhi, mitad en una película de Favio. los trabajadores, bacheros de pizzería de la calle Corrientes, acomodadores de teatro de barrio, lustrabotas de estación, vendedoras ambulantes de flores, serenos de garage, vendedores callejeros de flores que serpentean autos y personas, obreros de la construcción, siento tanto respeto por el sudor dulce del trabajo del hombre.
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