miércoles, 16 de noviembre de 2016

¿por qué tiene que ser tan difícil?

no suelo contar cosas de mi vida de verdad personal por acá (ni por ningún lado), salvo pavadas, como del alumno que, fiel al modelo finlandés, me dijo "te chuparía el escroto" (¿habrá pensado que soy travesti?) o que me crucé con Leticia Brédice en el parque paseando al perro (al suyo, al mío). pero Sebastián, mi enfermero-susano, dealer oficial, mi cómplice y todo me decía "vos escribí, escribí, te va a hacer bien". y heme aquí, haciendo lo que siempre critiqué: escritura catártica. el 2016 para mí ha sido un año demoníaco, mucho peor que el 2014 que parecía enviado por reptiloides desde el más allá ensañados en evaluar mi capacidad de resistencia. todo esto me hace acordar a una película francesa, "Nacidos en el 68", en la que ya promediando el final la protagonista sale del hospital, se cae en medio de la calle y le dice a un perfecto desconocido (que después termina siendo su último amor): "¿Por qué tiene que ser tan difícil?".
"todo lo que está vivo lucha por vivir", dice mi psicóloga cuando me desvanezco, mientras me alcanza pañuelitos de papel y agua. y eso trato de creer, aunque la vida, en su extensión, te vaya haciendo pasar por todos los estilos musicales posibles. ojalá pronto me lleve a la sarabande en mi menor para cello de la sonata número 1 de Bach que escuché por primera vez en una película de Bergman. mientras tanto, acá estoy, como Herzog, tratando de subir el barco en el medio del barro de la selva de Iquitos. Y que no se caiga.
Gracias, amigos, por estar, en sus múltiples formas y colores. los quiero y los necesito. aunque me haga la fuerte.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Efeméride: hace exactamente un mes, me operaron de urgencia a causa de una infección muy extendida y sorpresiva que podría haberse convertido en meningitis, pero porque Dios no quiso no lo fue. Y porque Dios no lo quiso, no me morí (dijo la médica, en cuyo juramento hipocrático habrá jurado por Dios y no por la ciencia). Me quedó una cicatriz de recuerdo cerca del mentón. Eso es lo que se ve de afuera. Mis amigas me dicen: ¡Sos hermosa! Desde entonces, después de haber atravesado tantos dolores corporales, tan fuertes y extraños (conocía otros dolores muy profundos, los del alma, que duelen igual de fuerte, pero son diferentes), después de haber vivido en carne propia lo medieval y violento de la medicina alopática, no puedo dejar de pensar en lo frágil que es la vida, en lo lábil que es todo esto.