domingo, 13 de noviembre de 2016

Efeméride: hace exactamente un mes, me operaron de urgencia a causa de una infección muy extendida y sorpresiva que podría haberse convertido en meningitis, pero porque Dios no quiso no lo fue. Y porque Dios no lo quiso, no me morí (dijo la médica, en cuyo juramento hipocrático habrá jurado por Dios y no por la ciencia). Me quedó una cicatriz de recuerdo cerca del mentón. Eso es lo que se ve de afuera. Mis amigas me dicen: ¡Sos hermosa! Desde entonces, después de haber atravesado tantos dolores corporales, tan fuertes y extraños (conocía otros dolores muy profundos, los del alma, que duelen igual de fuerte, pero son diferentes), después de haber vivido en carne propia lo medieval y violento de la medicina alopática, no puedo dejar de pensar en lo frágil que es la vida, en lo lábil que es todo esto.

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