lunes, 19 de diciembre de 2016

No quiero ir a la luna, 
a mí me gusta acá, a mí me gusta acá, a mi me gusta acá. 
Quiero caminar por las calles de Buenos Aires, 
a mí me gusta acá, a mí me gusta acá, a mí me gusta acá. 
Me quiero sacar una foto en la plaza San Martín, 
a mí me gusta acá. 
Quiero ser amigo del obelisco, 
a mí me gusta acá. 
Me encanta el atardecer en el campo argentino, 
a mí me gusta acá, a mí me gusta acá, a mí me gusta acá.

Federico Manuel Peralta Ramos (Argentina, siglo XX)

miércoles, 16 de noviembre de 2016

¿por qué tiene que ser tan difícil?

no suelo contar cosas de mi vida de verdad personal por acá (ni por ningún lado), salvo pavadas, como del alumno que, fiel al modelo finlandés, me dijo "te chuparía el escroto" (¿habrá pensado que soy travesti?) o que me crucé con Leticia Brédice en el parque paseando al perro (al suyo, al mío). pero Sebastián, mi enfermero-susano, dealer oficial, mi cómplice y todo me decía "vos escribí, escribí, te va a hacer bien". y heme aquí, haciendo lo que siempre critiqué: escritura catártica. el 2016 para mí ha sido un año demoníaco, mucho peor que el 2014 que parecía enviado por reptiloides desde el más allá ensañados en evaluar mi capacidad de resistencia. todo esto me hace acordar a una película francesa, "Nacidos en el 68", en la que ya promediando el final la protagonista sale del hospital, se cae en medio de la calle y le dice a un perfecto desconocido (que después termina siendo su último amor): "¿Por qué tiene que ser tan difícil?".
"todo lo que está vivo lucha por vivir", dice mi psicóloga cuando me desvanezco, mientras me alcanza pañuelitos de papel y agua. y eso trato de creer, aunque la vida, en su extensión, te vaya haciendo pasar por todos los estilos musicales posibles. ojalá pronto me lleve a la sarabande en mi menor para cello de la sonata número 1 de Bach que escuché por primera vez en una película de Bergman. mientras tanto, acá estoy, como Herzog, tratando de subir el barco en el medio del barro de la selva de Iquitos. Y que no se caiga.
Gracias, amigos, por estar, en sus múltiples formas y colores. los quiero y los necesito. aunque me haga la fuerte.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Efeméride: hace exactamente un mes, me operaron de urgencia a causa de una infección muy extendida y sorpresiva que podría haberse convertido en meningitis, pero porque Dios no quiso no lo fue. Y porque Dios no lo quiso, no me morí (dijo la médica, en cuyo juramento hipocrático habrá jurado por Dios y no por la ciencia). Me quedó una cicatriz de recuerdo cerca del mentón. Eso es lo que se ve de afuera. Mis amigas me dicen: ¡Sos hermosa! Desde entonces, después de haber atravesado tantos dolores corporales, tan fuertes y extraños (conocía otros dolores muy profundos, los del alma, que duelen igual de fuerte, pero son diferentes), después de haber vivido en carne propia lo medieval y violento de la medicina alopática, no puedo dejar de pensar en lo frágil que es la vida, en lo lábil que es todo esto.

domingo, 30 de octubre de 2016

“Comencé a beber para ganarme un lugar entre los hombres. Imitaba una iconografía fuerte: Alfonsina en el Café Tortoni, Norah Lange en el Auer’s Keller. Como Alfonsina, quería un hogar contra el hogar, ser la mujer de las medias rotas –una gota de esmalte detiene la corrida–, la varonera ante cuya sorna se ponen a prueba las teorías, la amada vitalicia pero protegida por el tabú del incesto a la que se descubre de pronto como la amante más fiel aun en su traza impostada de pendenciera. Estaba convencida de que, más que ganar la universidad, las mujeres debían ganar las tabernas”.

María Moreno en Black Out (2016)

viernes, 28 de octubre de 2016

"Qué más he perdido? ¿Cuántas veces en mi vida he estado, digámoslo así, en el porche de atrás y no en el de delante? ¿Qué me habrían dicho que no alcancé a escuchar? ¿Qué amor pudo haberse dado que no sentí?
Son preguntas inútiles. La única razón por la que he vivido tanto tiempo es porque fui soltando lastre del pasado".


"Volver al hogar", Lucia Berlin en Manual para mujeres de la limpieza

viernes, 14 de octubre de 2016

lo más terrible de la operación de urgencia no fue el susto por si no volvía de la anestesia, el olor entre nauseabundo y aséptico de una clínica católica obrera, ni las vías que ahora me hacen parecen una yonqui tercermundista de analgésicos y antibióticos y no sé qué más. ni siquiera la cicatriz, que hace una semana me acompaña como un tatuaje inalienable. lo más terrible de la operación de urgencia fue tener que observar con mis propios ojos ¡que no tengo sangre azul!

miércoles, 5 de octubre de 2016

Paradiso

No hay modo de no exaltarse
cuando lo que te desilusionó levanta la cabeza
de entre sus brazos y parece querer hablarte otra vez.
Te olvidás de tu casa y de tu familia
y salís en tu coche o a pie
y vas donde creés que habita esa forma
de realidad. Al no encontrarla, rechazás
cualquier contacto posterior
hasta que estás de nuevo tratando de olvidar
la única cosa que (parece) te conmovió y te dio lo que va a ser tuyo para siempre
pero en la forma de una desilusión.
Sin embargo, muchas veces, mirando el horizonte
hay ese algo —¿adverso?— que no encontraste nunca
y eso que, sin los que vinieron antes, nunca te podrías imaginar.
¿Cómo se te ocurrió pensar que había una persona que podía hacerte
feliz y que esa felicidad no era el fenómeno
inconsistente que sabías que era? ¿Por qué seguís creyendo en esa
realidad tan subordinada al tiempo permitido
que tiene menos que ver con el exilio de tu edad
que con todo lo demás que la vida te prometió que podías?

Kenneth Koch (Estados Unidos, siglo XX)

Así nomás

¿Qué hacemos con esto?
Un viejo amor que supo ser volcánico, arrasador, confrontativo y dulce
¿Qué hacemos con esto?
Van quedando trazos perdidos
Mientras nuestra vida juntos sigue razonable y ordenada
Camino abajo
Hacia la oscuridad,
Qué hacemos con esto?
Si todavía no aprendimos a vivir.
Vamos empujando el lápiz día a día
Viviendo porque el mundo late en vos y late en mí
Girando con el planeta en el espacio.
Así nomás.
Otros dos que no saben.


Pipo Lernoud

martes, 4 de octubre de 2016

poema informativo sin pathos ni lirismo

Me llamó una amiga para comentarme que
un viejo académico de sociales
la citó en La Perla de Once
para hablar de política
ella dice: no era necesario que me dijera 
nada más -mi amiga es politóloga-
citar a una mujer treinta años más joven en
La Perla de Once es
una declaración de principios
es la revolución, digo yo,
o mejor, me corrijo, es un momento anterior a la revolución,
es un guerrillero agazapado arriba de un árbol
del monte tucumano esperando instrucciones.

***

Antes de la locura de Tigre y el chamán,
Polosecki vivió en una casa 
con su mujer y su hija recién nacida
frente al Parque Saavedra
se había vuelto "de culto-popular" gracias a sus programas de tele
hasta había ganado un Martín Fierro 

y visitado el living de Susana Giménez
pero -el periodismo es cruel-
estaba sin trabajo y se deprimió
y después ya sabemos.
Ahora yo camino por el parque de noche
con el perro y mis anteojos
y voy pensando si Polo habrá estado por ahí
trato de adivinar en qué casa vivió
si de este lado o de ese lado del parque
Polo decía "están destrozando todo, el parque, 
el trabajo de la gente", eran los noventa
qué vería ahora, me pregunto también.

***


Juana Molina contó en una entrevista que
cuando vivía en Estados Unidos
conoció a una chica con la que se juntaba a hacer canciones
hasta que un día Juana se dio cuenta que
la chica le había robado sus composiciones solista
y ahí se armó
a una amiga (es decir, a mí)
le pasa lo mismo con los poemas
en criollo sería un caso auténtico de 
yo hago puchero, ella hace puchero
yo escribo sobre la araucaria, ella escribe sobre equis arbolito
yo hago iyengar, ella hace iyengar
yo publico por equis editorial, ella publica por equis editorial
la literatura es robarle a otro, pero que no se note,
me dijo Griselda Gambaro en una entrevista en 2001
podría seguir enumerando
pero dejaré aquí este poema informativo,
sin pathos ni lirismo.



Litterature, Francis Picabia (Francia, siglo XX)

lunes, 26 de septiembre de 2016

cuántas

hace diez años solía cenar en La Reina Kunti. tenía el pelo largo casi por la cintura, llevaba flequillo, usaba chupines de jean azul oscuro y chatitas negras de charol. tenía un novio periodista y trabajaba ocho horas por día en la redacción de un diario. fumaba algún que otro cigarrillo. no existían las redes sociales. todavía no había publicado ningún libro de poesía, aunque sí había escrito un montón. salgo a comer muy poco ahora, tengo el pelo por los hombros, hace dos meses empecé a teñirme las canas. uso vestidos sueltos. no soporto la ropa ajustada. doy clases de literatura por las mañanas, a la tarde curso un posgrado y hago yoga y eutonía. publiqué cinco libros de poesía, dos de estudios poéticos. estoy escribiendo dos libros más. ¿cuántas vidas hay adentro de una vida? ¿cuántas personas somos hasta que nos morimos y volvemos a nacer?

domingo, 18 de septiembre de 2016

hay partes de mí que ya empezaron a morirse

no es poético, es una muela. la pieza número 37. o 27, no recuerdo, ni sé cuántos dientes y muelas tenemos las personas. lo cierto es que dos odontólogos muy comprometidos con la vida de los dientes están compenetrados haciendo todo lo posible para que mi muela no deba ser enterrada en el cementerio de los dientes que ya no sirven. los imagino haciendo su juramento hipocrático "por los dientes de la sociedad argentina". 
está siendo el 2016 el año en el que prácticamente fui al médico todas las semanas: hematólogo, ginecólogo, dermatólogo, dentista, clínico, oftalmólogo, homeópata. sin contar otras disciplinas relacionadas con el cuerpo: osteópata, acupunturista, cosmiatra. ¿en qué momento empecé a vivir tan en mi cuerpo? ¿cómo hacen esas personas que viven desconectadas absolutamente de su cuerpo, que no hacen actividad física, ni se arreglan las uñas de los pies?

martes, 13 de septiembre de 2016

todas las vidas

Estos días grises de lluvia previos a la primavera me hacen sentir que podría vivir en una ciudad balnearia como Miramar, con un perro. Vendería telares de árboles hechos por encargo y comida sana vegetariana, en una casa de los años cincuenta de una planta frente al mar. Haría caminatas a la mañana temprano por la orilla, con campera, calzas y zapatillas. A la tarde escribiría. Estaría en silencio la mayor parte del día. Tendría el pelo largo, enredado la mayor parte del tiempo, las uñas sin pintar, la piel muy blanca.

domingo, 11 de septiembre de 2016

sobre "Encenderé un fuego", del otro lado de la cordillera

"Encenderé un fuego saca agua del pozo de la gran y potente letrística del rock argentino de las últimas décadas, con esa capacidad de abstracción lírica. Así Belén Iannuzzi habla de lo vivido, lo personal, lo que le incumbe sin dejar de apelar a un nosotros, agazapado, en los mismas vivencias de las que escribe con belleza..."

Más, aquí

martes, 6 de septiembre de 2016

sábado, 27 de agosto de 2016

Para Lula

Anoche solé con vos,
tu cola peluda
sobre el cordón de la vereda,
te extraño, gatito dorado,
compañero de tardes
de lluvia y de tristeza
pomponcito de algodón
caricia esponjosa
bigotes pentagramados
mirada de otro universo,
tu llegada y tu partida me enseñaron
a cuidar querer confiar esperar
mirar oír seguir creciendo.

martes, 23 de agosto de 2016

desayuno con el pueblo

cada mañana a las 7.50, cuando bajo del 71 y camino cinco cuadras arboladas hasta la escuela, me encuentro con un cafetero. no importa si hace frío, calor, si hay paro, el señor está ahí firme con su caballito de metal lleno de facturas frescas, tortas fritas y café. hoy por primera vez desayuné en su carrito y me sentí mitad en Nueva Delhi, mitad en una película de Favio. los trabajadores, bacheros de pizzería de la calle Corrientes, acomodadores de teatro de barrio, lustrabotas de estación, vendedoras ambulantes de flores, serenos de garage, vendedores callejeros de flores que serpentean autos y personas, obreros de la construcción, siento tanto respeto por el sudor dulce del trabajo del hombre. 

formas de envejecer

me cautivó una viejita en la fila de la verdulería esta tarde. pelo completamente blanco, pantalón de vestir negro con botas negras de taco bajo y una campera de tela suave roja matelaseada. llevaba una cartera grande negra y un bolso transparente que dejaba ver una agenda y varios libros de literatura infantil. me cautivó tanto que hasta su compra me inspiró: papas, perejil fresco, zuccinis, zanahorias, manzanas rojas.

martes, 16 de agosto de 2016

Variaciones de Olivia

(otro poema de 2008, que parece escrito por otra yo)

1.

Se enciende y apaga,

es un tubo fluorescente gastado.
Se le deshilachan los ojos
en cintitas de agua.

Desde su cama contempla
la desolación del paisaje,
perspectivas de la nostalgia:
bollitos de pañuelos de papel,
ceniceros,
luz,
el teléfono
que no sonará
en todo el día.
Y la noche. Y las paredes
sólo dicen lenguaje.

2.
Cuando duerme
le salen flores
del ombligo,
cantan pajaritos,
juegan,
liban el néctar.

Los insectos, calmos,
merodean las flores.

Se despierta.
Es la mañana.

A Olivia
le llueve la panza.

3.
En el cielo que aplasta la avenida,
nubes como ovejas,
cumulus nimbus,
presagian una tormenta de otoño.

Es verano.

El agua que cae en la taza,
las horas de lluvia,
la lluvia en la bañadera.
Olivia cambia de estación:
dulcificado
verá lo pasado
mañana.


4.

Recorta fotos de revistas:
sombreros, zapatos,
jovencitas de la China,
perfumes, agua de colonia Ciel, paisajes,
caminos con globos, actrices.

Las ordena en un collage
que hilvana con lana amarilla.
Hace una guirnalda.

El río sin orillas que la contiene
es el vértigo horizontal que la marea.

5.
Junta cajas de cartón
para guardar
libros,
tenedores,
manteles,
discos,
postales de cuando se mandaban postales,
un pullover rojo,
fósforos, una manta.

Saluda a sus vecinos,
cierra con llave,
arriba, abajo,
deja en la casa
lo que en la casa quedó.


6.
Camina en zigzag
por la ciudad anochecida.
Olivia es un terreno baldío.

Pone una cumbia,
tucu tún- tucu- uá uá uá- tucu tún,
la baila,
la canta con un desodorante
en el espejo.
tira papel picado,
hace trencito
con sus amigos invisibles.
Olivia es,
está,
parece,
resulta.

Olivia baila,
le sale el sol en la garganta.

Acuarela de provincia

(un poema de 2008 que encontré por ahí)

para esta época
papá dejaba por unos días
el fiat en el mecánico
al lado de la casa de mis abuelos
en palermo viejo de los ochenta.
mamá bajaba las valijas
de los placares más altos
del departamento de zapiola,
separaba pilitas de ropa de invierno
de cada uno de nosotros,
nos preguntaba qué libros queríamos llevar,
qué juguetes,
nos compraba cuadernos de hojas lisas
en la librería de enfrente del colegio.
llevábamos botas de lluvia
y algunos abrigos tejidos a mano.
viajábamos de noche,
escuchábamos música de radio
hasta que la señal no llegaba más a la ruta.
parábamos en estaciones de servicio
para ir al baño
y estirar las piernas,
como decía papá.
cuando nos despertábamos
con mis hermanos,
los tres tapados por la misma manta verde,
el primer sol de la mañana
ya se había sentado en el parabrisas,
las sierras ya habían crecido
al costado del camino y hacia el fondo,
la ruta serpenteaba olor a hierbas
y brillo de mica en el suelo.

a las pocas horas
llegábamos al hotel de provincia,
guardado en silencio en medio de la sierra.
nos esperaba la casa "santa teresita",
con habitaciones amplias,
camas duras con cuatro frazadas
y almohadas de lana,
una cocina chica,
un baño con azulejos blancos fríos
y un comedor con una ventana que miraba a un monte
donde juntábamos piñas y flores.
el aire que curaba el asma
indicaba que habían llegado las dos semanas de vacaciones.
nuestros pantalones con pitucones
nos dejaban caernos en la sierra,
hacer pozos y cazar luciérnagas hasta la hora de la cena,
cuando el comedor del hotel
servía tres comidas y postre.
antes de dormir
leíamos un poco, nos dábamos un baño caliente
y luego de un té
nos dormíamos hasta la mañana.
paseábamos en mula
y mamá tomaba fotos
con su kodak heredada.
el de anoche fue un sueño raro, pero no una pesadilla. viajaba en micro hasta Rosario a visitar a Lupe y su familia. Lupe es una amiga del colegio a la que no veo hace varios años. misteriosamente aparecía entre mis contactos de wap agendada como "Lupe Rosario". en la foto de perfil estaba en una pileta junto a su hijo. la imagen se veía movida. llegaba entonces yo a Rosario a su casa, que estaba en las afueras dentro de un country nuevo y gris. le decía qué raro Lupe que terminaste viviendo en Rosario, por qué, por tu trabajo, por el de tu marido. ella no contestaba. iba y venía con su hijito por la casa y por el parque. la casa era grande, deshabitada, vacía, tenía varios livings de mármol. el primero daba al río Paraná. yo le decía qué lindo, el Paraná a tus pies. ella me contestaba, no tan lindo, tiene azufre. entonces yo le decía que tuviera cuidado con los narcos y que casualmente hace algunos años viajaba seguido a Rosario por trabajo o por cuestiones de la poesía y le recomendaba que visitara el club editorial río paraná. entonces le decía que tenía que irme, que ojalá nos volviéramos a ver, que escribiera (de chica, ella escribía poesía, éramos las poetas de la escuela, nos encantaba, y creo de verdad que ella era buena, pero después lo dejó, se desconectó y se conectó con otros espacios de ella menos abstractos). estaba por tomarme un taxi para ir hasta la terminal, cuando aparecían otras dos amigas nuestras del colegio (dos que a ella no la querían para nada) de visita en su casa. habían ido en auto y me ofrecían llevarme, yo preferí irme en micro. ellas decían pero el micro a Buenos Aires tarda 15 horas. yo les decía es imposible, tarda a lo sumo 4. ya en Buenos Aires, volvía yo a trabajar y estaba en el centro en una especie de local de Isadora que en verdad era un juzgado, con su hermano, que era adicto.


sé que es un plomo leer sueños, hasta los de Lydia Davis me aburren, pero cuánta información encriptada que traen.



domingo, 14 de agosto de 2016

la pesadilla de anoche: estaba en una isla del delta de noche con mucha gente y zombies. subíamos y bajábamos por montes muy tupidos, entrábamos en restoranes abandonados en busca de algo. yo les decía a mis compañeros de aventura: "acá solo deben cocinar pescaditos y papas fritas". también decía: "el leitmotiv de la arquitectura argentina es el brutalismo abandonado". dormíamos en una especie de palafito muy venido a menos y en eso aparecía una profesora pelada de eutonía, que me contaba que daba clases en Palermo pero que vivía en Villa Urquiza.

sábado, 13 de agosto de 2016

la pesadilla de anoche: el padre de una ex alumna de taller que me copia bastante los poemas me perseguía por Triunvirato a la mañana muy temprano para decirme que yo le había dicho a no sé quién que ellos acampaban en sus vacaciones en una laguna en Moreno. trataba de sacármelo de encima y en eso aparecía una cola de gato sobre el cordón de la vereda y me iba apurada a lo de mi profesora de yoga.

Querida Eugenia

"Éramos tres primas Garland, tres primos Bell, después cuatro y cuatro. Seis chicas dos chicos. Durante años, cuando éramos seis, vivíamos todos en la casa de mis abuelos. Los cuartos eran de dos metros por dos. En uno dormíamos todos los niños, cabezas en los lados opuestos de las cuchetas, los pies sin lavar en la cara del compañero de cucheta. En el otro cuarto, que no llegaba a dos metros de ancho, dormían mis padres, también en cuchetas. En el tercer cuarto, de uno por medio metro, cuchetas para mis tíos. En el living, mis abuelos. No había luz eléctrica. En los primeros años, tampoco motor. Comíamos a la luz de un farol de kerosén colgado del techo en el medio de la mesa redonda. Comíamos en el círculo de luz. Todos juntos. La comida del sábado a la noche era roast-beef con papas al horno, mi abuelo era inglés y victoriano, un victoriano de ojotas. No sé cuántas noches conforman mi recuerdo, pero no importa. Esa puede ser mi infancia ahora, en esta carta. Este recorte, la noche en la isla, el río que corre en la oscuridad."

(Sigue acá)

viernes, 12 de agosto de 2016

una cosa espantosa: creo que tengo bloqueo de escritor. aunque no me considero tal, tengo ese bloqueo. no me sale escribir nada. y no es que no necesite hacerlo, tengo las palabras atragantadas en todo el cuerpo, pero no me salen. la semana pasada, dando en clase "carta a una señorita en París", una alumna empezó a flashear con el personaje principal cuando vomita conejitos. y mientras lo leía en voz alta, y Cortázar, gran maestro, desde el más allá cautivaba a mi público adolescente, yo me sentía como el narrador, con los conejos atravesados como palabras. si pudiera al menos hablar, si pudiera al menos decir todas las palabras que ahora tengo hechas alergia en mi cara y que antes fueron acidez estomacal, estaría mucho más liviana. si pudiera hablar, no debería ir a acupuntura, ni al médico antroposófico, ni debería descifrar mi inconsciente en mis errores. si pudiera hablar, diría: Barracas, hospital Ramos Mejía, diría papá, diría hermanos, diría ay, diría el pasado qué pesado, diría miedo, diría al, diría futuro. hace semanas que tengo pesadillas: una, que estaba de viaje en Nueva York pero me la pasaba durmiendo en una habitación con las chicas del colegio y no nos podíamos despertar, otra que me hacían una colonoscopía y yo tenía ningún problema médico pero una enfermera me hacía creer que sí y otro enfermero señalaba su mentira. todo de noche, todo en el hospital militar. si pudiera hablar, si pudiera hablar.

domingo, 7 de agosto de 2016

didácticas de la literatura




El próximo 18 de agosto tendrán lugar las Octavas Jornadas de Didáctica de la LiteraturaQuéCuándoDóndeParaQuéLeerLiteratura. El encuentro promovido por el equipo de la Especialización en Enseñanza de la Lengua y la Literatura de la UNIPE tendrá lugar a las 17:00hs. en el Auditorio CAEU/OEI, Paraguay 1583, CABA.

Las intervenciones indagarán acerca de las modificaciones de los géneros literarios, su relación con los cambiantes soportes, las nuevas exigencias que se plantean a productores y lectores y la constitución de categorías experimentales para leer el fenómeno literario en relación con la escuela. Entre panelistas, la  proyección de una serie de cortos animará las reflexiones sobre QuéCuándoDóndeParaQuéLeerLiteratura.

PANELISTAS:

Susana Sarfson Gleizer (Universidad de Zaragoza) Didáctica del patrimonio literario y musical
Oscar Conde (UNIPE/ UNLa) La recuperación de textos lunfardescos y su integración a los programas de enseñanza
Gustavo Bombini (UBA/ UNSAM) Qué, cuándo, dónde, para qué leer literatura en la escuela
Laura Cilento (UNIPE/ UNSAM) Apuntes para una memoria literaria portátil
Paula Labeur (UNIPE/ UBA) Modos de imaginar a un lector juvenil en la escuela
Mireia Manresa Potrony (Universidad Autónoma de Barcelona / GRETEL (Grupo de investigación en literatura infantil y juvenil y educación literaria)) Transformaciones lectoras: prácticas de lectura en digital


domingo, 31 de julio de 2016

Los árboles

Los árboles comienzan a dar hojas
como algo a punto de ser dicho:
brotes recientes, calmos, se abren
en un verdor que es casi una pena.

¿Es acaso que vuelven a nacer
y nosotros nos ponemos viejos? No, ellos también
mueren. El repetido truco de renovarse
queda escrito en anillos de madera.

Y sin embargo, incansables, cada mayo
los castillos se desgranan en plena densidad.
Ha muerto un año, parece que dijeran:
comenzá, comenzá vos también de nuevo.

Philip Larkin (Gran Bretaña, siglo XX)

martes, 26 de julio de 2016

me encanta mirar programas viejos a la madrugada por canal á. programas de fines de los noventa. como el de la vida de Mildred Burton que vi hace unos meses o el de Estela Canto que vi el fin de semana. o el de Freud que está de fondo en mi habitación en este momento. son programas viejos pero parecen clásicos. no envejecieron mal. no. espero con muchas ansias que pasen el de Cecilia Amenábar, cuyo contenido no recuerdo pero que tenía tanta onda. seguramente les tengo cariño porque son la imagen de mi adolescencia. era todo esto tan moderno en los noventa, había ahí tanta información. a la madrugada la tele se confabula para hacerte sentir en 1990: en Volver pasan "Nano", qué hermosa Araceli con ese pelo negro llovido, en Cinecanal pasan "Todo sobre mi madre" y en Incaa pasan "Una noche con Sabrina Love". me tira la nostalgia (en los noventa también había una radio que se llama Nostalgie!), porque todo está por cambiar otra vez. lo único permanente es el cambio, lo aprendí con firmeza y lo sellé en piedra durante ese retiro vipassana. todo está por cambiar rotunda y profundamente de nuevo, y es bueno que así sea. pero sin embargo sé que recordaré este invierno de vacaciones, lluvia y frío con cariño. lo evocaré en el futuro con nostalgia de canal á y de barrio de La Boca.

domingo, 24 de julio de 2016

DOMINGO, 24 DE JULIO DE 2016
FAN > “MIENTRAS MIRO LAS NUEVAS OLAS”

LA ARENA CON CELOFÁN

FAN Una escritora elige su canción favorita: Belén Iannuzzi y “Mientras miro las nuevas olas”, de Serú Giran
Por Belén Ianuzzi
Buscaba desesperadamente alguna información que me ayudara a dar un salto. Recién había terminado el colegio primario y tenía permiso para ir caminando desde mi casa en Belgrano hasta la casa de mis abuelos en Belgrano: por Mendoza derecho, desde Zapiola hasta Cuba. Contaba también con ciertas herramientas que resultaron fundamentales: la plata que ahorraba de los almuerzos, los billetes que mi abuela Tata me guardaba en la mochila “para que te compres lo que quieras” y un walkman blanco que me habían regalado por mi cumpleaños durante un viaje a Chile.
“Lo que quieras” hasta ese momento eran plantas que elegía con dedicación de naturalista en El jardín de Julieta, un vivero que estaba frente al Museo Larreta. Empezaban los 90.
No fui una adolescente rebelde, no me llevaba materias en el colegio, creo sí que una vez me teñí un mechón de pelo en honor a Kurt Cobain. Pero eso fue después y es otra historia.
Una tarde, en una de esas excursiones cotidianas desde un Belgrano hacia otro Belgrano, decidí cambiar el camino, dar algunas vueltas, zigzaguear con método y atención, ampliar el campo. Así aparecieron Prix D´Amí (¿quiénes son esas personas que hacen música ahí? ¡quiero conocerlos!), el Barrio Chino (que en ese entonces se parecía más al de la película de Polanski que a un lugar turístico), Pettinato vendiendo pebetes de jamón y queso en Cabildo y Juramento, el teatro under de la Upebé... y las disquerías.
Mi casa no era una casa en la que se escuchara mucha música, se leía, se estudiaba, se trabajaba, pero la música era algo que ocurría en ocasiones especiales. Sin embargo, un instinto interior muy poderoso y misterioso me colocó con 12 años y unos pesos en una batea del viejo Musimundo de Cabildo y Mendoza, al lado de un cine que ahora es una farmacia. El mismo instinto me hizo comprar, sin tener la menor idea de qué se trataba, un casete: Bicicleta, de Seru Giran. Hasta ese entonces, Charly García era en mi círculo familiar más íntimo “un loco que se baja los pantalones en los recitales y se lo llevan detenido”. Desde entonces, Charly García es alguien más de mi familia, un integrante fundamental: une, acompaña, sensibiliza, abre la mirada.
“Quiero estar en la playa cuando se han ido los que tapan toda la arena con celofán”, “La música sigue pero a mí me parece igual”, “Mientras miro las nuevas olas, yo ya soy parte del mar”, “¿Será cómo yo lo imagino o será un mundo feliz?”. Charly le había puesto palabras a mis sensaciones, a mis sentimientos, a mis dudas. Charly me había puesto voz.
A partir de “Mientras miro las nuevas olas”, mi walkman y yo entablamos una relación simbiótica. Ya no iba derecho desde Zapiola hasta Cuba, daba vueltas por la plaza frente a la iglesia del barrio, la Redonda, me quedaba pensando, empezaba a escribir.
Las pilas salían caras y duraban poco, de modo que me convertí en la loca del casete y la birome Bic. Rebobinaba la cinta con la birome en el aire dando vueltas con ahínco hasta volver a la canción, mi canción, hasta poder cantar la letra de corrido y sacar los acordes en la guitarra. Esa canción fue, es y será un talismán que llevo guardado dentro de mí y al que regreso cada vez que me siento perdida. Ahí, en esa canción, estoy yo.
Puedo organizar mi vida, contarla, narrarla a partir de los discos de Charly García. Puedo decir: “En la época de El aguante me puse de novia con tal”, “En la época de La hija de la lágrima fue cuando empecé a caminar y a conocer la avenida Corrientes, con sus librerías y su bohemia”, “En la época de SInfonías para adolescentes decidí cambiarme de carrera y estudiar Letras”, y así con todos y cada uno de sus discos.
En esa misma época, creo que en el 93, terminó un programa de televisión que veía de chica y que adoraba. Se llamaba El agujerito sin fin. Iba por Canal 13, lo conducía Julián Weich, acompañado por grandes músicos en ascenso: Pablo Marcovsky y Claudio Morgado. Ese último envío terminó con un videoclip: imágenes de programas viejos con “Mientras miro las nuevas olas” como banda de sonido. Me gusta pensar que fue un guiño de esa fuerza poderosa y misteriosa que me acercó a Charly para decirle adiós a la infancia y entrar bien acompañada a la adolescencia.

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neo noir







Nueva York de noche, maleantes, mujeres hermosas, lluvia y Al Pacino. Qué gran película es Serpico (Sidney Lumet, 1973)